¿Tienen sentido las pruebas de Dios en nuestra vida?
1.- Lectura Bíblica: Deuteronomio 8: 2, 3
2.- Versículo para memorizar:
“Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” (Deuteronomio 8:2).
3.- Reflexión en la Palabra de Dios:
Yuan experimentó dos emociones que marcarían para siempre su vida desde que conoció a Jesucristo, en un pueblecito de China, en oriente.
La primera, que descubrió la verdadera vida. Le encontró sentido a todo. Dejó de preguntarse por qué existía y a dónde iría apenas terminara su tránsito terrenal. La segunda, que la emoción de tener en su corazón al Hijo de Dios, lo animó a compartir las Buenas Nuevas de salvación a otras personas en los campos de arroz donde laboraba. Y fue encarcelado. No una, sino muchas veces.
En las frías celdas, pequeñas y húmedas, en las que estuvo treinta años en períodos que se sucedían uno tras otro y cada vez con mayor frecuencia, pasó del gozo de sufrir por la causa cristiana, al desasosiego de sentirse solo, hasta llegar a momentos de crisis en los que le preguntaba a Dios por qué estaba atravesando por etapas de tanto sufrimiento.
Poco antes de cumplir los cincuenta años, libre ya de toda persecución y cuando logró escapar a Alemania, Yuan vio como se abrieron las puertas. Su ministerio, que otrora se limitaba a unos cuantos trabajadores de los arrozales, creció. Como jamás imaginó siquiera.
Entonces comprendió que los años pasados, en los que las lágrimas que rodaban por sus mejillas humedecían sus escasas sonrisas pobladas de esperanza en su Creador, no habían sido más que un período de formación. Y ahora, avanzada su edad y cuando la salud lucía un poco diezmada, estaba convencido de que había valido la pena...
Muchos cristianos esperan lo mejor de la vida sin dar nada a cambio. Esperan que Dios les provea, sin comprometerse con Él. Anhelan un ministerio, sin antes formarse para asumir las responsabilidades que implica. Desean entrar a la tierra prometida, la que mana leche y miel, sin antes atravesar un desierto.
Los momentos difíciles constituyen un período de formación en el que Dios pule las aristas que nos impiden ser el hombre o la mujer que Él quiere que seamos.
Cuando los israelitas se encontraban a las puertas de entrar a Canaán, donde disfrutarían de territorios altamente productivos y su vida alcanzaría plenitud, habló a través de Moisés para explicar el propósito que habían tenido largos años caminando por terreno árido y desértico.
Él les dijo: “Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos” (Deuteronomio 8:2).
Observe cuidadosamente que, lo primero que tocó el Supremo Hacedor en el pueblo escogido, fueron sus emociones. Las aflicciones, que tal vez les llevaron a pensar que nada tenía sentido, eran parte de las pruebas y no constituían una rueda suelta sino un eslabón para probar sus corazones, su visión de lo que acontecía y hasta su fe.
Un segundo elemento que tocó Dios fueron sus reacciones, tal como continuó explicando el profeta: “Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que ni tú, ni tus padres la habías conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre” (Deuteronomio 8:3).
En todas las diferentes etapas, en la medida en que sentían cómo escaseaban las provisiones, aprendieron a depender más de Dios. De lo contrario, nadando en la abundancia, no solo se habrían alejado de Él sino que hasta habrían creído que era gracias a sus capacidades que tenían todo a mano.
Igual con su vida. Si Dios le da siempre cuanto necesita, agradézcale. Desarrolle esa disposición: ser gratos. Él tiene abundantes provisiones para usted, y como Padre, se agradará de su disposición a reconocerlo como Hacedor y proveedor.
Las pruebas tienen sentido. En su vida forman parte del proceso de transformación y crecimiento. Véalas desde esa perspectiva.
Si aún no ha recibido a Jesús como Señor y Salvador, hoy es el día para que le abra las puertas de su corazón. Puedo asegurarle que es el paso fundamental para experimentar cambio y crecimiento permanentes, a nivel personal y familiar.
4.- Preguntas para el crecimiento personal y espiritual:
a.- ¿Ha sentido que experimenta pruebas en su vida personal y familiar?
b.- ¿Para qué le han servido esas pruebas?
c.- ¿Ha aprendido algo de las pruebas en su vida?
d.- Cuando recordamos los tiempos de prueba, ¿para qué debe servirnos?
e.- De acuerdo con la Biblia, ¿qué sentido tienen las pruebas (Deuteronomio 8:3)
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Publicado en: Devocionales Diarios
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