Todavía hay esperanza si enfrenta problemas familiares
¿Quién a dicho que los problemas en una familia se resuelven con violencia o contemplando la posibilidad de una separación? El común de las personas piensa así, pero el que unos y otros lo propongan como la única salida, no significa que sea así. La diferencia del cristiano de quien todavía no tiene a Cristo morando en su corazón, es que procuramos— ustedes y nosotros— encontrar salida a la encrucijada dándole a Dios el primer lugar. Si Él es el capitán de nuestra embarcación, no hay problema por grande que parezca que no tenga solución.
Tenga presente que las dificultades surgen, en primera instancia, a nivel de pareja pero se extienden en nivel horizontal con los hijos. Con nuestro cónyuge porque somos mundos diferentes, y con los hijos porque desde el momento en el que comienzan a tomar sus propias decisiones, querrán orientar su propio camino en la vida.
Persevere, su familia vale la pena
Si hay una palabra que debemos involucrar en nuestra cotidianidad con la pareja y con los hijos, es perseverancia y súmele una segunda, que es fundamental: Esperanza.
Perseverancia para no tirar la toalla como los boxeadores cuando surgen los primeros inconvenientes. Es esencial recordar que nuestra familia vale la pena y ningún esfuerzo por mantener la unidad será suficiente. Siempre habrá algo más por hacer por ellos.
Ahora, la esperanza juega un papel importante porque jamás dejamos ni podemos hacerlo, de creer que con ayuda del Señor nuestra pareja o nuestros hijos experimentarán cambios en su forma de pensar y actuar.
Comparto con usted algo que escribió Nick Vijucic, el afamado conferencista con limitaciones físicas que se sobrepuso a la adversidad y nos mostró que nada nos podrá derrotar, a menos que lo permitamos: “La esperanza aparece aún en los peores momentos para probarnos la presencia de Dios. Incluso en las peores situaciones, las que parecen estar más allá de nuestras capacidades, Dios sabe cuándo pueden soportar nuestros corazones… En los momentos más difíciles, siempre mantengo la esperanza de que Dios me dará la fuerza necesaria para sobrellevar los desafíos y los dolores de cabeza, y que me esperan mejores días, si no es en esta tierra, entonces ten por seguro que será en el cielo.” (Nick Vujicic. “Una vida sin límites”. Editorial CEBGE. Colombia. 2013. Pg. 52, 53)
Tal vez a nivel familiar siente que toda esperanza se esfuma. ¡No se de por vencido! Su cónyuge y sus hijos valen la pena. Luche por la integración y unidad en el hogar. Nada le impida ser feliz con los suyos, que son una bendición y un tesoro que el Señor nos regaló.
No se desanime por los problemas con los hijos
La mujer que llamó a mi teléfono móvil estaba muy dolida. Hablaba doblegada por el llanto a través de la línea. Al otro lado se podía intuir, se encontraba una madre desesperada. “Mi hijo Luis es drogadicto. Su padre apenas se enteró. Yo lo sabía desde tiempo atrás, pero guardé prudencia. Hoy lo vio consumiendo marihuana en la habitación. Y lo echó de casa. ¿Qué hacer? A veces pienso morirme”, decía.
Un caso más común de lo que usted imagina. Obedece a un ciclo. Los padres no educan bien a sus hijos, les generan inseguridad y, cuando se produce la reacción apenas natural con el paso del tiempo, muchos progenitores terminan dejando a la deriva a los chicos, bien sea adolescentes o jóvenes.
¿Qué hacer? No había otra salida— como sin duda en muchos casos no la habrá— que someter el problema en manos de Dios. El muchacho durmió dos días donde una familiar y después de mucha oración, el padre entró en razón. La relación no ha mejorado, pero la madre confía que podrá encontrarse una salida al laberinto.
Los problemas familiares son más comunes de lo que usted imagina. Roban nuestra paz interior, nos llevan a un rincón del cuadrilátero. Nos provoca tirar la toalla, renunciar a todo, darnos por vencidos.
En casos así, vale la pena recordar que en nuestro amado Dios encontramos salidas. El rey David escribió: “Él renueva mis fuerzas. Me guía por sendas correctas, y así da honra a su nombre. Aun cuando yo pase por el valle más oscuro, no temeré, porque tú estás a mi lado. Tu vara y tu cayado me protegen y me confortan.” (Salmos 23:3, 4. NTV)
No se deje arrastrar por el desánimo. Siempre encontraremos la salida al laberinto si depositamos nuestra confianza en el Señor. Aunque el panorama luzca desalentador cuando comenzamos a orar, Él tiene todo bajo control.
Es un proceso que demanda confianza y, a la vez, perseverancia. Confiar que Dios todo lo puede, y perseverancia hasta que lo imposible se hace posible.
Dese la oportunidad de perdonar y pedir perdón
Sí, estaba molesto. Antes de salir de casa, en la mañana, rió con su esposa. “Otra vez la cantaleta de siempre”, le dijo bruscamente cuando ella le reclamó que por estar mirando el diario deportivo, no prestaba atención a su pregunta sobre si el café estaba muy dulce. La mujer se puso más furiosa y le pidió respeto. Rodrigo no esperó que terminara la concatenación de frases que salían atropelladas de labios de su esposa, tomó el maletín y se fue hacia el trabajo.
Y allí estaba conduciendo rumbo a la oficina, una mañana lluviosa en la que el tráfico estaba más pesado que nunca, y las bocinas de los autos eran tan ensordecedoras que no permitían escuchar las noticias en la radio.
“¿La llamo o no la llamo?”, se preguntaba dos horas después, con la misma ansiedad de quien deshoja margaritas en un parque. Finalmente se decidió. Marcó al teléfono móvil de ella y, aunque lo admitió después, se le hizo un nudo en el estómago porque no estaba acostumbrado, le pidió perdón. “Disculpa mi descortesía de esta mañana. Fui grosero. Perdóname”, le dijo, y como un niño que sale corriendo tras arrojar un balón en el jardín donde están las flores hermosas de mamá, colgó el teléfono.
¿Le ha ocurrido? Sin duda que sí. En algún momento hemos reconocido que fallamos, y admitir el error, debe llevarnos a aplicar correctivos y a cambiar. Es lo que se espera de nosotros. Comenzar de nuevo allí donde estábamos, cuando cometimos el error. Corregir, cambiar, avanzar.
El apóstol Pablo nos anima con una poderosa enseñanza contenida en la carta que dirigió a los creyentes de Roma en el primer siglo: “Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu… Pero si el Espíritu de aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el mismo que resucitó a Cristo Jesús de entre los muertos, también dará vida a vuestros cuerpos mortales por medio de su Espíritu que habita en vosotros.” (Romanos 8:1, 11. La Biblia de Las Américas)
Uno de los pasos más significativos en nuestra relación de familia es darnos la oportunidad de perdonar y además, de pedir perdón si hemos ofendido a alguien. Por supuesto que no es un proceso fácil, pero con ayuda de Dios podemos lograrlo. No estamos solos. Dios está con nosotros y nos lleva a la victoria, en el proceso que emprendemos de cambio y mejoramiento diario.
Es hora de aplicar cambios en su vida personal y familiar
Haga un alto en el camino. Evalúe en qué está fallando a nivel personal y familiar. Decídase a cambiar. Usted puede. No hay nada que lo impida. Hoy es el día para tomar esa decisión, valiosa y a la vez maravillosa.
El reconocido autor de temas de motivación de liderazgo, Richard J. Leider, sintetiza el asunto con las siguientes palabras: “Cuando comenzamos a mirar en nuestro mundo interior, nos percatamos primero de que volver a empacar constituye una actitud crítica pero edificante de la vida. Se trata de un proceso que debemos llevar a cabo una y otra vez con el objeto de conservar un sentido de propósito y de dirección en la vida, y con el de conducta que no solo no nos llevan donde queremos ir, sino que de hecho nos impiden llegar adonde queremos llegar.” (Richard J. Leider. “Vuelva a empacar sus maletas”. Mc Graw Hill. 2006. EE.UU. Pg. 7)
Siempre habrá oportunidad para revisar nuestros errores y disponernos a cambiar. Comprendo que no es fácil, pero es necesario. Luchar en nuestras fuerzas nos llevara al fracaso, pero no ocurre lo mismo si dependemos de la fuerza que proviene de Dios. Él nos transforma y nos lleva cada día a nuevos niveles. Puedo asegurarle que es un camino irreversible hacia la victoria.
¿Fallaremos de nuevo? Probablemente, pero podemos levantarnos y con ayuda de Dios, reemprender el camino.
Ahora, el primer paso comienza con recibir a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Si no lo ha hecho lo animo para que lo haga hoy. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo. Le puedo asegurar que no se arrepentirá.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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