Tres pasos para inscribirnos en la vida eterna
Los listados estaban fijados en la pared. Se trataba de un muro revestido de mármol. Sin embargo lo importante no era ni la estructura ni la calidad del papel en el que aparecían impresos si los nombres que aparecían allí. Alrededor, buen número de curiosos.
Unos rostros se veían entusiastas después de algunos minutos recorriendo el sinnúmero de registros, otros –terminada la búsqueda— lucían desolados y un reducido grupo— de los que tampoco estaban allí consignados — , preguntaba: “¿Acaso saldrán otros listados?”. Guardaban la esperanza de aparecer, así fue en el futuro.
No puedo negar que me despertó curiosidad. Así que pregunté de qué se trataba. “Son las listas de quienes podrán proseguir sus estudios superiores con una beca especial”, me respondió con amabilidad una secretaria, detrás de un escritorio tan grande como una cancha de fútbol.
Eso lo explicaba todo. Quienes habían resultado seleccionados, estaban felices. Los que, por el contrario, no figuraban entre los beneficiarios del subsidio para financiar la carrera universitaria, estaban perplejos o desilusionados.
La escena me llevó a reflexionar en una época futura en la que se apreciarán expresiones de alegría o de tristeza. La diferencia estriba en aquella no serán unos cuantos sino millares, provenientes de todo el mundo. ¿En qué momento? Cuando llegue la hora de dar cuenta de nuestros hechos ante Dios el Padre.
Es ineludible e inevitable. Allí se conocerán quiénes están inscritos en el Libro de la Vida. Son aquellos que aceptaron al Señor Jesús como su único y suficiente Salvador. Quienes no lo hicieron, de acuerdo con las Escrituras, irán a perdición eterna.
Ahora, ¿usted tiene la certeza de que aparecerá en tal listado, es decir, el que señala quienes pasarán a la eternidad con Cristo? Si no es así, ¿cuánto más dilatará la decisión?
Recuerde que, tal como lo anotaba el escritor bíblico, la vida es relativamente corta y nunca sabremos qué pasará minutos después. En las Escrituras leemos esta expresión del salmista: “Hazme saber, Señor, el límite de mis días, y el tiempo que me queda por vivir; hazme saber lo efímero que soy.” (Salmos 39:4).
Observe cuidadosamente que, tal como lo anota la Biblia, debemos estar preparados en todo momento porque nunca sabemos en qué momento emprenderemos el viaje hacia la eternidad. ¿Cómo hacerlo?
Primero, estando a cuentas con Dios, caminando de acuerdo con Su voluntad; segundo, constituyéndonos en instrumentos de bendición para quienes nos rodean y no en personas que son recordadas por su mal carácter, falta de voluntad o quizá, egoísmo, orgullo o quizá indiferencia. Tercero, tomando a tiempo la determinación de recibir a Jesucristo en nuestro corazón para que Él obre la transformación que tanto necesita nuestro ser...
Un nuevo comienzo en la vida
Llevaba cinco años sin bañarse. La última vez que lo hizo, salía de su casa rumbo a la empresa en la que llevaba buen tiempo como dibujante publicitario. Desde entonces y, cuando salió del trabajo pasadas las cuatro de la tarde, no solo se quedó en las calles sino que además, perdió todo contacto con sus familiares.
La decisión de apartarse de todo y de todos la tomó tras evaluar su existencia y el sinnúmero de tropiezos que habían desatado su adicción a la cocaína. Ya hasta sus compañeros de oficina desconfiaban de cada movimiento, y así estuviera haciendo trazos de bocetos sobre el papel, todos miraban inquisitivamente buscando evitar que se llevara algún objeto de valor guardado en los bolsillos.
La sucesión de casas con fachadas deterioradas en las que se refugió, a las que sólo iban los viciosos empedernidos, se convirtieron en su nuevo hogar y fue así por los cinco años en los que no se bañó, se dejó crecer el cabello y la barba, sólo renovó su vestimenta en dos ocasiones y aprendió cómo se implora la caridad pública para sobrevivir.
Esa fue la razón por la que el chorro de agua que salía del ducto, le quemó la piel. No estaba acostumbrado, y menos a que estuviera tan fría. Al fin y al cabo en casa de sus padres tenía la posibilidad de escoger agua tibia en la ducha.
Quienes le ayudaron en el proceso de aseo, eran integrantes de un grupo de ayuda social. Le regalaron ropa limpia, le hicieron un corte de cabello distinto, le facilitaron una afeitadora, y además, curaron sus heridas, las mismas que se habían infectado por la suciedad sobre la que dormía.
Luis Alberto Correa se miró frente al espejo, se sorprendió de la imagen que veía, y comprometió sus esfuerzos a salir del mundo perdido en el que estaba sumido. Sabía que, con las fuerzas provenientes de Dios, podría lograrlo...
La historia es real. Ocurrió en un sector deprimido de Santafé de Bogotá, en Colombia, que se conoce como La Calle del Cartucho. Luis Alberto ha emprendido una nueva existencia. Es la misma existencia renovada que usted puede comenzar hoy, luchando por cambiar — no con sus propias fuerzas sino con las que provienen de Dios —.
El Señor Jesucristo dijo: ”El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él.” (Juan 3:36).
Como podrá apreciarlo, cambiar es una opción muy personal pero un paso de mucha trascendencia cuando lo asumimos, y avanzamos de la mano de Dios, en el proceso de crecimiento personal y espiritual...
Usted puede ser una nueva persona. El cambio es posible. Sólo basta que someta su vida a Dios para que Él inicie el cambio en todo su ser. No deje pasar la oportunidad y reciba hoy a Jesucristo como su Señor y Salvador.
Publicado en: Estudios Bíblicos
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