Una meta del Discipulador: Ver el final de cada historia
(Lección 8)
Lo invito a pensar en alguien a quien llamaremos Javier. Tiene 34 años. Hace cinco años trabaja como Contador en el área administrativa de la empresa. Acostumbraba a beber los fines de semana y, aun cuando estaba recién casado, no desperdiciaba oportunidad para ir tras aventuras, la mayoría de las cuales como es apenas natural, le dejaban una profunda sensación de vacío en el corazón.
Uno de sus amigos oraba por él. Un compromiso que asumió cierto día que lo vio derrumbado en un andén, camino del parqueadero de autos. Ese día había bebido tanto que no tenía fuerzas para moverse por sí mismo. Y clamó a Dios por su vida no una sino muchas veces. Y la oportunidad de testificarle de Cristo vino hacia fin de año, cuando Javier le preguntó por qué razón no iba a las fiestas de los empleados. “Tengo alegría en mi vida y la consigo de otra manera: en mi relación con Cristo”, le dijo. Y esas palabras le interesaron tanto que decidió saber un poco más.
Fue una experiencia que le permitió relacionarse con Jesús. Tras un diálogo de varias horas terminaron por acordar visitar la iglesia. Y llegó a conocer a Cristo, de una manera personal, y abrirle las puertas de su corazón.
Javier progresivamente fue creciendo en la fe. Su amigo lo acompañaba, brindándole una voz de ánimo cuando lo veía a punto de derrumbarse por creer que no tendría las fuerzas necesarias para seguir adelante.
El secreto del avance, a veces lento pero sólido, estriba en que estuvo siempre a su lado, despejó sus interrogantes y le recordó que la vida cristiana se edifica día a día tomados de la mano del Salvador.
Evite conversiones “instantáneas”
¿Recuerda el día que recibió a Jesús como Señor y Salvador? Sin duda que sí. A la mayoría nos ocurre. Tenemos vivas imágenes del momento en que nos rendimos a los pies del Maestro. No obstante la pregunta es: ¿Perseveró usted en esa decisión? es probable que no porque aceptó a Cristo sin tener mayor conciencia del paso que estaba dando. Ese es otro fenómeno que ocurre con la mayoría de las personas.
¿Qué resultados desencadena? Que a las pocas horas o días ya están dispuestos a volver atrás. Bien porque el enemigo espiritual los tienta o sencillamente porque consideran que no tienen la fuerza para renunciar al pecado.
El apóstol Pablo escribió: "Así que la fe viene por oír, es decir, por oír la Buena Noticia acerca de Cristo." (Romanos 10:17. NTV)
Un alto porcentaje de cristianos se limitan a compartir el evangelio o quizá llevar las personas a una campaña evangelística o un servicio en la iglesia. Pero, ¿es eso suficiente?
Claro, yo mismo he predicando grandes campañas pero ese mismo hecho me lleva a ser consciente que muchos de quienes pasaron al frente para hacer decisión de fe no perseveraron en el camino de Cristo.Esa realidad que no podemos ocultar nos debe llevar a considerar la apreciación que tiene Mario E. Fumero, un experimentado autor y formador cristiano, cuando señala que “No podemos provocar una emoción de conversión, no debemos empujar a las personas a aceptar a Cristo sin entender bien el mensaje del Señorío de Cristo. Debemos dejar obrar al Espíritu, para que produzca el querer y el hacer en la vida de ese hijo que queremos concebir en medio de la Palabra.”(Mario E. Fumero. “La paternidad espiritual”. Editorial Unilit.966. EE.UU. Pg.19)El primer gran paso es que el nuevo convertido comprenda qué hizo a confesar a Jesús como Señor y Salvador y qué significa esto para su vida personal, espiritual y familiar. En segundo lugar, asumir la tarea de acompañar a este nuevo hermano en la fe en un proceso de discipulado hasta que tenga solidez en su vida cristiana. Si nos limitamos a predicar, en cierta medida estaremos cosechando para--horas después-- ver de qué manera se pierde el grano sin que saquemos un buen aprovechamiento.
Jamás podemos perder la perspectiva de la enseñanza del apóstol Pablo cuando dice: “Dios lo envió para que comprara la libertad de los que éramos esclavos de la ley, a fin de poder adoptarnos como sus propios hijos; y debido a que somos sus hijos, Dios envió al Espíritu de su Hijo a nuestro corazón, el cual nos impulsa a exclamar «Abba, Padre». Ahora ya no eres un esclavo sino un hijo de Dios, y como eres su hijo, Dios te ha hecho su heredero. ” (Gálatas 4:5-7. NTV)
Piense que si cada hijo de Dios es salvado, usted y yo debemos responder por cada alma. Esa realidad debe llevarnos a no abandonarles sino a permanecer con ellas en todo momento, siguiendo paso a paso su crecimiento. Recuerde que son hijos e hijas de Dios que Él espera cuidemos de manera especial hasta llevarles a un grado de madurez espiritual.
No basta entonces con lograr números en una membresía de la iglesia, sino que la responsabilidad estriba en llevar las personas a los pies de Cristo y estar a su lado en el proceso de crecimiento espiritual y personal.Retomamos nuevamente las palabras del pastor Fumero cuando escribe: “Forzar una conversión sin que haya intervenido el Espíritu Santo es un gran error que origina que muchos estén en las iglesias, sin ser salvos y aparentando una vida cristiana falsa, lo cual da lugar a escándalos al cuestionarnos después cómo podemos ser hijos de Dios, y vivir en pecado, como que nada hubiese pasado al convertirse la persona..”(Mario E. Fumero. “La paternidad espiritual”. Editorial Unilit.966. EE.UU. Pg.21)Si las personas vuelven atrás, es porque no han tenido un proceso de consolidación. Es un compromiso de la congregación. ¿Comprende por qué todos los ministerios son importantes en la extensión del Reino de Dios, pero en particular hay que dar prelación al Discipulado? Si tenemos clara esa verdad en el horizonte de la labor eclesial, también nos daremos a la tarea de formar Discipuladores.
Nuestra meta debe ser el final de cada historia, es decir, la evolución de cada hermano y hermana en la fe hasta el momento en que comprobemos que experimentan compromiso permanente con el Señor Jesús.
Un Discípulo convencido discipulará a otros
Una de las dinámicas maravillosas de la iglesia del primer siglo es que cada nuevo discípulo llegaba a convertirse en discipulador.Fumero resalta esa época del crecimiento de los creyentes: “Si estudiamos detenidamente la iglesia que se nos muestra en el libro de los Hechos, notamos que cada discípulo hacía discípulos en forma directa y personal, asumiendo después la paternidad espiritual. Embarazarse es sentir, hacer y tomar la carga de una persona hasta traerla a Cristo.”(Mario E. Fumero. “La paternidad espiritual”. Editorial Unilit.966. EE.UU. Pg.20)¿En qué momento consideramos que logramos nuestro cometido al discipular al nuevo creyente? Cuando su relación con Jesús el Señor se vuelve personal e interioriza el mensaje que aprende en la Palabra.
El apóstol Santiago lo aclaró cuando escribe: "No solo escuchen la palabra de Dios; tienen que ponerla en práctica. De lo contrario, solamente se engañan a sí mismos. Pues, si escuchas la palabra pero no la obedeces, sería como ver tu cara en un espejo; te ves a ti mismo, luego te alejas y te olvidas cómo eres. “ (Santiago 1:22-24. NTV)
Un Discípulo que vive a Cristo aplica Sus enseñanzas. Y esa es la tarea de la que no podemos desligarnos quienes discipulamos. Si tiene bases sólidas, ese nuevo creyente no se moverá del camino de Salvación así vengan en su contra muchas circunstancias adversas e incluso, aun cuando el enemigo espiritual despliegue a su paso enormes tentaciones.
Nuestra tarea pues, como Discipuladores, no se circunscribe simplemente a impartir una Lección semanal sino a proponernos ver el final de cada historia, de la historia de todo creyente… Y que ese final sea de victoria hasta que llegue a la eternidad.
Preguntas para la reflexión y el fortalecimiento del Curso de Discipuladores:
Le animamos para que lea cada una de las preguntas que encontrará a continuación, reflexione en las enseñanzas antes de escribir su respuesta, y repase constantemente lo aprendido:
a.- ¿Cuál debe ser nuestra meta como Discipuladores?
b.- ¿Qué peligro enfrentan los nuevos creyentes, apenas hacen decisión de fe?
c.- ¿Qué responsabilidad tiene la iglesia en cuanto al proceso de formación de discípulos?
d.- ¿Qué relación hay entre el Discipulado del cristiano y Romanos 10:17?
e.- ¿Cómo podemos evitar que un creyente vuelta atrás, caiga en el estancamiento o sencillamente experimente desilusión por haber tomado la decisión de recibir a Cristo?
f.- ¿Está asumiendo la congregación a la que asistimos o lideramos la tarea de discipular a los nuevos creyentes?
Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial
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