Una vida de victoria se construye desde hoy
(Vida Victoriosa – Conclusión)
Nació con todas las condiciones para ser un perdedor: hijo de madre separada y soltera aún, viviendo en una zona marginal de México, enfrentando toda suerte de necesidades, sin posibilidades de recibir formación académica, rodeado de maleantes y con discapacidad motriz.
Pero Antonio Iguarán Santamaría no estaba dispuesto de dejarse vencer.
En cuanto se levantaban obstáculos, más énfasis daba a su propósito de sobreponerse. Incluso un domingo, al caer la tarde y cuando no tenían más que café y un taco de frijoles como único alimento del día, al recibir el mensaje desalentador de “Jamás podrás llegar arriba; resígnate a lo que vivimos”, de su madre, se fijó la meta de salir adelante.
— No me dejaré vencer por las dificultades — , se repetía cada vez que enfrentaba situaciones complicadas.
Cuando tenía trece años, comenzó a cursar su formación primaria; pese a sus dificultades para caminar, y vendiendo dulces a la salida de los teatros, financió su secundaria y posteriormente, se recibió como profesional.
Tenacidad, convicción, fe en un Dios de poder que abre puertas que nadie cierra.
Hoy tiene un bufete de abogados a cargo. Vive en una zona privilegiada de México y coincide en un hecho: la vida victoriosa se construye desde hoy.
Con ayuda de Dios no hay límites y absolutamente nada resulta imposible…
Planificar la vida para la victoria
“¿Planificar la vida?”. La pregunta la hizo un joven en medio de una conferencia que dicté sobre cómo construir desde hoy el mañana, con ayuda de Dios. Sobra decir que el auditorio estaba abarrotado. Sin duda, el tema despertaba interés. Y este muchacho no era la excepción, de ahí su pregunta.
Mi respuesta fue enfática: “Sí, la vida debe planificarse. Lo que ocurra en un futuro, depende en un alto porcentaje de las decisiones que adoptemos hoy”.
Es un proceso. No es producto de un abrir y cerrar de ojos.
La Biblia registra una parábola del Señor Jesús encontramos una excelente ilustración para este tema. “Grandes multitudes seguían a Jesús, y él se volvió y les dijo:«Si alguno viene a mí y no sacrifica el amor a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo.Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. »Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Acaso no se sienta primero a calcular el costo, para ver si tiene suficiente dinero para terminarla? Si echa los cimientos y no puede terminarla, todos los que la vean comenzarán a burlarse de él,y dirán: “Este hombre ya no pudo terminar lo que comenzó a construir.” (Lucas 14:25-30, Nueva Versión Internacional)
Es necesario mirarnos en el tiempo. Determinar lo que somos ahora, con fallas y desaciertos, y lo que podemos llegar a ser en los ámbitos personal, espiritual y familiar, con ayuda de Dios. Por favor, tome nota de que insisto: Con ayuda de Dios. No es en nuestras fuerzas como lo logramos.
Sobre esa base, es necesario hacer un inventario juicio de cómo estamos ahora, determinar con honestidad los cambios que se deben aplicar, y avanzar en ese sendero ayudados por el amado Salvador. Debemos mantenemos unidos a Él en oración y mediante la meditación y aplicación de Su Palabra, la Biblia, modificar nuestros patrones de vida.
Piénselo: necesitamos planificar hoy, lo que seremos mañana. Es imperativo e ineludible, si queremos dar pasos firmes hacia la victoria.
La dinámica del acierto - error
En el largo tránsito hacia la construcción de un futuro de victoria, enfrentaremos generalmente la dinámica de acierto - error. ¿En qué consiste? En que la dura batalla que libra nuestra naturaleza carnal querrá llevarnos de nuevo al viejo camino, poniendo tropiezos a nuestro cambio y crecimiento en las dimensiones personal, espiritual y familiar.
Frente a esta situación, es fundamental: primero, mantenernos asidos de la mano del Señor Jesucristo quien nos fortalece para vencer en momentos en que nos encontramos bajo una poderosa tentación, y segundo, para levantarnos si se produce una caída.
La Biblia relata que una mujer sorprendida en adulterio, fue llevada ante el Señor Jesús.
Procuraban lapidarla, con la anuencia del amado Salvador.
Es un pasaje maravilloso que manifiesta la misericordia de Dios, y de qué manera, no hay nadie justo porque todos fallamos, de una u otra manera.
Como los acusadores de la mujer insistieran “… Jesús se incorporó y les dijo: — Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra. E inclinándose de nuevo, siguió escribiendo en el suelo. Al oír esto, se fueron retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos, hasta dejar a Jesús solo con la mujer, que aún seguía allí.” (Juan 8:6-9, Nueva Versión Internacional)
¿Ha fallado? Sin duda. Yo también. No soy lo súper espiritual que usted pudiera creer. Por el contrario, al igual que usted cometo errores. En palabras coloquiales, usted y yo nos identificamos en algo: “Somos cristianos en construcción”.
Una nueva oportunidad
Todos tenemos una nueva oportunidad. Es cierto, hemos fallado; sin embargo podemos reemprender el camino, tomados de la mano de Jesucristo. Si hemos errado, Él nos comprende y está dispuesto a ayudarnos en el proceso de levantarnos y seguir adelante de camino hacia el crecimiento.
Relata el Evangelio que la mujer quedó sola con Jesús. Se fueron aquellos que iban a apedrearla.
La escena fue conmovedora: “Entonces él se incorporó y le preguntó— Mujer, ¿dónde están? ¿Ya nadie te condena?— Nadie, Señor. — Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar. ” (Juan 8:10, 11, Nueva Versión Internacional)
Una respuesta contundente, pero a la vez, esperanzadora.
La instrucción del Señor Jesús fue clara y puntual: “Tampoco yo te condeno. Ahora vete, y no vuelvas a pecar”.
Cierta persona que me escribió desde el Paraguay, me consultaba sobre el dilema de perdonar o no a su esposa, en cuyo teléfono celular había descubierto un mensaje de texto que corroboraba su infidelidad.
Mi recomendación fue hablar del asunto con ella y, con ayuda de Dios, encontrar una salida.
La mujer reconoció su error y le pidió una nueva oportunidad. Perdonarla no fue fácil, pero su hogar marcha hoy como él lo quiso siempre.
Su compromiso fue el de no recabarle en el error, y el de ella, guardarle fidelidad.
Piénselo: operó en ese caso específico el peso de una segunda oportunidad, que es la que Dios nos concede siempre, y nos permite reemprender el camino, construyendo desde hoy nuestro mañana.
El cristianismo: camino a la vida victoriosa
Hay dos perspectivas para mirar la vida cristiana: la primera, como una existencia aburrida, plagada de “No digas”, “No hagas”, “No toques”. O aquella que descubrí y comparto con usted: un maravilloso camino de aprendizaje en el que no avanzamos solos sino con ayuda de Dios.
Es posible cuando hay disposición personal para el cambio. Una vez reconocemos nuestro error y concluimos que en nuestras fuerzas no es posible cambiar, dejamos que el amado Jesús, nuestro Señor, opere la transformación que anhelamos: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20, Nueva Versión Internacional)
Cuando damos ese paso esencial, se produce una modificación entre el presente y el pasado. Ya no seremos los mismos. Todos los pecados y errores del ayer quedan borrados, y se abren ante nuestros ojos los capítulos el blanco de la nueva vida que está por escribirse como lo describe magistralmente el apóstol Pablo: “Por lo tanto, si alguno está en Cristo, es una nueva creación. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo!” (2 Corintios 5.17, Nueva Versión Internacional)
No podemos permitir que el ayer nos atormente, y doblegarnos bajo el desánimo por lo que hicimos antes. Hay una nueva oportunidad en Dios, y debemos aprovecharla al máximo.
Liderazgo para transformar el mundo
Cuando aprendemos, asimilamos y ponemos en práctica los nuevos parámetros de vida que enseña La Biblia, sentamos las bases para un liderazgo eficaz que transforma el mundo.
Ejercemos influencia en los demás. Nuestros pensamientos renovados se manifiestan con hechos (Cf. Romanos 12:2)
Testimoniamos de una vida renovada con nuestras acciones, que impactan e influencian entre quienes nos rodean: “Todo árbol que no da buen fruto se corta y se arroja al fuego.Así que por sus frutos los conocerán. »No todo el que me dice: “Señor, Señor” , entrará en el reino de los cielos, sino sólo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.” (Mateo 7:19-21, Nueva Versión Internacional)
Un liderazgo efectivo, camino al éxito, es aquél que ejerce influencia entre los demás, y sienta bases para el cambio y crecimiento.
Cuando alguien me pregunta cómo defino una vida victoriosa, mi respuesta— tal como se la compartí a un líder del Pacífico colombiano, en el hermoso puerto de Buenaventura — , es esta: “Una vida victoriosa es la plena realización de los dones y talentos de Dios en nuestra vida”.
La razón es sencilla. La posición social, el nivel académico o la disponibilidad económica de alguien, no determina que sea victorioso. Conozco personas con mucho dinero, pero con matrimonios desechos; también profesionales con varios títulos de post grado, que protagonizan escándalos y tratan mal a su familia…
El valor de los sueños, metas y proyectos
Recuerdo a un hombre a quien conocí en la tradicional Plaza de Caycedo, en mi amada Santiago de Cali. Una tarde cálida bañada con la brisa proveniente de las montañas. Las palmeras se mecían plácidas y estaba contento disfrutando esos momentos únicos e irrepetibles.
— Este año tengo los planes para salir del desempleo, y hasta de la pobreza… — me abordó.
Acto seguido me hizo una vívida descripción de todas las iniciativas que se disponía a desarrollar. Unas fantasiosas, otras, aterrizadas y viables.
Lo escuché de buena gana y antes de despedirme, lo animé a seguir adelante con sus anhelos.
Meses después lo encontré en el mismo lugar. La misma historia, casi con idénticos detalles.
“¿Y qué haz hecho para materializar tus sueños?”, le pregunté, a lo que me respondió: “Realmente poco, pero pronto voy a poner manos a la obra”.
Muy similar a lo que ocurre con millares de personas en todo el mundo. Sueñan mucho, pero ejecutan poco.
El cristiano, camino a la victoria, es aquél que construye desde hoy su mañana; debe ser diligente. Por eso, además de tener claro lo que se va a hacer, es imperativo dejarlo en manos de Dios como enseña la Biblia: “Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará.” (Salmos 37:5, Nueva Versión Internacional
Dios no pone los límites, los límites los ponemos usted y yo.
Recuerde que el Señor Jesús enseñó: “Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre.Cualquier cosa que ustedes pidan en mi nombre, yo la haré; así será glorificado el Padre en el Hijo.Lo que pidan en mi nombre, yo lo haré.” (Juan 14:12-14, Nueva Versión Internacional)
Observe cuidadosamente que dice “todas las cosas”. Siempre y cuando esté en la voluntad de Dios para nuestra realización, no hay impedimentos ni límites. Todo es posible, incluyendo por supuesto su crecimiento personal, espiritual y familiar, y los altos niveles de realización que siempre ha soñado.
Tenga presente que debemos darle a nuestros sueños, metas y proyectos el valor que se merecen, y someterlos a nuestro amado Padre celestial. Él abrirá puertas que nadie jamás puede cerrar.
Siempre adelante
Aquellos que construyen desde hoy su mañana, con ayuda de Dios, comprenden que el mundo evoluciona y nosotros –como creyentes— debemos evolucionar también, es decir, cambiar y crecer.
Al respecto el apóstol Pablo escribió: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta. ” (Romanos 12.2, Nueva Versión Internacional)
Es necesario estar preparados para los cambios y aprovechar las oportunidades que Dios nos ofrece. En esa línea de pensamiento, hay tres cosas que debemos tener presentes: la primera, que sólo quien sueña en Dios, llega lejos; la segunda, que es importante identificar dónde estamos fallando y cuáles son nuestros debilidades en procura de corregirlas, y la tercera, reconocer cuáles son nuestras fortalezas y potencializarlas.
Sin duda habrá pensado un poco en el curso de su vida. Probablemente ha descubierto que atraviesa un período de desierto o estancamiento.
¡Es hora de hacer una auto evaluación juiciosa! Recuerde que desde hoy estamos construyendo nuestro mañana de victoria. Y con ayuda de Dios es posible llegar muy lejos.
No hay razón para que siga igual, estático, sabiendo que fuera hay un mundo de oportunidades que le esperan y que, en el Señor, su mañana es de victoria. ¡Tome la decisión! Hoy es el día para reemprender el camino de victoria u orientarse hacia él, si no lo había hecho antes.
Puedo asegurarle que, tomado de la mano del Señor Jesucristo, su existencia jamás volverá a ser la misma. Basta que se decida en este momento.
Publicado en: Libros Electrónicos
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