Una vida rendida a Dios, poderoso instrumento para evangelizar
(Lección 3 – Nivel 1)
¿Sabía que Dios utiliza su vida, con todas sus potencialidades, para extender el Reino? Él no necesita traer un súper evangelista, organizar una campaña multitudinaria, hacer un enorme despliegue de publicidad, difundir mensajes a través de la radio o la televisión y pagar una página entera en un diario de amplia circulación para difundir las Buenas Nuevas de Salvación.
¡Nada de eso! Al Creador de todo el universo le basta que usted disponga su corazón. Es el primer y más grande paso para extender el mensaje transformador de Jesucristo.
El Espíritu Santo obra a través de tres formas específicas: Por medio de lo que decimos, por las acciones que desarrollamos diariamente y, por nuestro testimonio de vida.
Usted y yo somos decisivos en todo el proceso. Para que rindamos al máximo en esa maravillosa labor de contribuir a la transformación de vidas mediante la Palabra, Él obra poderosamente por su espíritu como escribe el apóstol Pablo:
“En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Los que son de Cristo Jesús han crucificado la naturaleza pecaminosa, con sus pasiones y deseos. Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu. No dejemos que la vanidad nos lleve a irritarnos y a envidiarnos unos a otros.” (Gálatas 5:22-25. NVI)
La dinámica es sencilla: La permitimos al Espíritu que tome el control de nuestra existencia y Él produce los cambios necesarios— en nuestra forma de pensar y de actuar— para que podamos llevar fruto.
Ya el Señor Jesús lo había prometido (Hechos 1:8) y se hace realidad cuando nos rendimos a Él y le permitimos que se mueva libremente en nosotros.
Entregarnos a su orientación, permitirle que nos guíe, dar pasos en la dirección que nos muestra cada día son los ingredientes que tornan eficaz cualquier proceso de evangelización. Luchar en nuestras fuerzas sin duda nos llevará a la frustración y al progresivo desánimo hasta que llegamos a un estado de estancamiento o revés espiritual.
Dios provee las herramientas
Uno de los motivos de mayor inquietud para quienes orientan su vida a evangelizar es conocer cuál es el método eficaz para proclamar a Cristo. El primero y más grande, no lo olvide jamás, es nuestro testimonio de vida. Muchas veces lo que decimos y hacemos termina generando más impacto que las palabras.
Si hemos dispuesto nuestro corazón para ser instrumentos en manos de Dios, Él hará algo especial. Ministrará a través de nosotros.
Si estamos a Su divino servicio, Él— nuestro amoroso Dios y Padre— nos provee de las herramientas necesarias. Es algo que hace el Espíritu Santo, como escribió el apóstol Pablo a los creyentes de Corinto y también a nosotros:
“A cada uno se le da una manifestación especial del Espíritu para el bien de los demás. A unos Dios les da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otros, por el mismo Espíritu, palabra de conocimiento; a otros, fe por medio del mismo Espíritu; a otros, y por ese mismo Espíritu, dones para sanar enfermos; a otros, poderes milagrosos; a otros, profecía; a otros, el discernir espíritus; a otros, el hablar en diversas lenguas; y a otros, el interpretar lenguas. Todo esto lo hace un mismo y único Espíritu, quien reparte a cada uno según él lo determina.” (1 Corintios 12:7-10. NVI)
Si el Espíritu Santo obra libremente en cada uno de nosotros, si no ponemos impedimentos ni levantamos barreras, si procuramos una vida de santidad y dependencia de Dios, utiliza nuestras vidas a través del conocimiento, la expresión y el poder. ¡Hará grandes cosas!
Los dones de Dios no son dados para demostrar a otras personas nuestra alta espiritualidad, sino para servirle, para extender el Reino mediante la proclamación de las Buenas Nuevas de Salvación.
Ganar el mundo
El primer espacio en el que juega un papel importante nuestro testimonio de vida, es el hogar. La familia es el primer y más grande ministerio. ¿De qué nos sirve ganar el mundo entero si perdemos al cónyuge y los hijos? Si los llevamos a los pies de Cristo mediante nuestra vida de entrega a Dios, puedo asegurarle que su desenvolvimiento ministerial será dinámico y eficaz.
Sólo cuando Dios ocupa el primer lugar en nuestra existencia, cuando nuestros hechos hablan más que las palabras y eso lo pueden corroborar los miembros del círculo familiar, veremos materializada una vieja promesa del Señor: “Pídeme, y como herencia te entregaré las naciones; ¡tuyos serán los confines de la tierra!” (Salmos 2:8. NVI)
No somos ustedes y yo quienes ganamos almas para Cristo. Es Cristo a través de nosotros por la obra de Su Espíritu Santo.
¡Hoy es el día para someter su vida en manos de Dios y permitir que Él lo convierta en un poderoso instrumento para extender Su Palabra a las naciones!
Publicado en: Escuela Bíblica Ministerial
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